Ya tenía ganas de hacer este post, aunque he de reconocer, que me ha costado ponerme a ello.
Con esto, me aventuro a ser posiblemente juzgada, pero afortunadamente, no es algo que me preocupe.
Quiero compartir contigo mi historia, confesarte sin vergüenza alguna de qué forma me alimentaba hace años y de qué forma me alimento ahora.
Y no, no pretendo convencerte, tampoco que me comprendas, simplemente quiero darte información sobre mi y sobre mi cambio.
Si realmente no te interesa, estás a tiempo de invertir tu tiempo en otra cosa más productiva jejeje.
Mi pasado con la comida
Empezaré por el principio. Ya lo había dicho alguna vez por aquí, y es que desde niña tuve una relación muy negativa con la comida.
De bebé no quería tomar el biberón, de niña no quería comer comida solida, sólo “potitos” hasta los 6 añazos. Y luego, sólo quería comer carne, patatas fritas, pasta, arroz, pizzas y poco más.
De verduras ni oír hablar. El pescado a regañadientes y la fruta… ¡Ay la fruta! Casi toda me daba alergia 😆
El caso es que mi dieta hasta los 25 años se basaba en fritos, pasta, hamburguesas, filetes y poco más.
Nada saludable como puedes ver.
Por supuesto, no faltaba cada día la cocacola para antes de comer, durante la comida y por la tarde o noche.
Sinceramente, no me planteaba si era o no saludable, simplemente lo hacía porque me gustaba, sin darle más vueltas.
Pero claro, normalizar ese tipo de hábitos tiene sus consecuencias a largo plazo en la salud…
Me alimentaba, como la mayoría de población, en piloto automático y porque era lo normal.
Mi cambio de hábitos alimenticios
¿Cuándo cambió esto? Pues hasta que me independicé, empecé a trabajar desde casa y era yo la que se encargaba de la comida.
Mi pareja, Rodrigo, alucinaba conmigo, aún así, tuvo mucha paciencia y se solidarizaba conmigo.
Comíamos lo que me gustaba cuando yo trabajaba fuera de casa y era él quien cocinaba.
Pero cuando la situación cambió y era yo quien estaba en casa, me fui atreviendo a probar cosas que antes no había probado.
Unos guisantes, unas judías verdes… (Eso sí, siempre con tomate frito o jamón). ¡Pero por algo se empieza!
Empecé a entablar una bonita amistad con los vegetales… Descubrí que no estaban malos, que se digerían muy bien y en fin, que no tenían por qué ser comidas sosas o aburridas.
Le cogí el gusto a la cocina y me curraba siempre comidas bastante elaboradas, guisos, pollo o pescados al horno, lasañas…
Me di cuenta de que me gustaba comer, me gustaba preparar la comida y me gustaba que a mi chico o a los invitados le gustara la comida.
¡Menudo descubrimiento para una chica que siempre había apartado la cebolla con cara de asco del plato!
¿Y después qué pasó?
Que fui mamá, y cuando mi peque cumplió sus 6 meses comencé a darle comida normal (practicando Baby Led Weaning) , sin puré, sin cucharas y sin expectativa alguna (porque tomaba pecho y con eso iba servida). Si quieres más info sobre esto pregúntame que te recomiendo libros y te cuento nuestra experiencia encantada.
Me adentré poco a poco y progresivamente en el mundo de la alimentación saludable.
Leyendo mucho sobre cómo se procesan los alimentos que normalmente encontramos en los mercados, viendo algún que otro documental de esos que te revuelven las tripas, informándome sobre las necesidades nutricionales de niños y adultos, sobre qué debemos evitar, qué debemos incorporar…
Tuvimos una etapa de dieta Paleo, pero no me terminaba de encajar y definitivamente, descubrimos que no era para nosotros.
Escuchar a tu cuerpo es algo súper importante cuando te alimentas y si algo no te hace sentir la energía que mereces, es mejor retirarlo de tu vida.
Así que seguimos comiendo de todo, sólo que seleccionando mucho su procedencia. Intentando que se acercara lo máximo posible a la tierra y que cuando compráramos carne, fuera carne de animales criados “en libertad”, lo mismo con los huevos.
Pero poco a poco, mi cuerpo dejó de pedirme carne y para que te hagas una idea, la única carne que compraba era de pollo y aproximadamente 1 vez cada 9 o 10 días.
Comíamos muchos vegetales, cereales, huevos, legumbres y a veces carne.
La leche la dejé de tomar después de dar a luz a mi nena porque me sentaba súper mal, en su lugar, usaba leches vegetales como la de avena o de soja.
Y de repente… Veganismo
Así hasta que una noche entré en un estado de tristeza profunda al descargarme un e-book de recetas veganas (muy chulas por cierto).
Ví un vídeo de Igualdad Animal, de esos que evitaba ver durante toda mi vida. Porque alegaba que sí, que era muy cruel lo que hacían con los animales en el mercado alimenticio, pero que qué le iba yo a hacer si no podía cambiar nada…
Hoy lo pienso y no lo entiendo, cómo una chica tan rebelde, tan amante de los animales y que tanto se cuestionaba todo nunca le había dado por pensar si ese tipo de alimentación estaba alineada con sus ideales.
Y entonces esa noche, tras ver ese vídeo que nunca me atreví a ver, lloré… lloré… y volví a llorar.
En mi interior, sabía que había estado esquivando la realidad durante años y que no sólo mi cuerpo ya no me pedía carne, sino que además, mi alma me pedía a gritos no colaborar con esa crueldad.
Y Rodri, que es un compañero de vida admirable y compasivo me dijo: “Cari, si tu quieres lo dejamos”.
Y vaya, claro que quería, pero no quería obligarle a él a hacerlo… Sabía que era un gran paso y tuve miedo.
Miedo de no saber qué hacer de comer, miedo de tener carencias nutricionales, miedo de que al tiempo me apeteciera comer algo de procedencia animal…
Aún así dije, venga, vamos, otro cambio más, un pasito más hacia la coherencia interna, hacia la paz y hacia el amor incondicional.
La semana posterior a eso la pasé informándome a tope. Día y noche leyendo.
Y lo mejor de todo, es que por aquél entonces estaba en un proceso de coaching con una Health Coach maravillosa, Ana Dalmau a la cual la agradezco infinitamente su apoyo.
Ella también fue pieza clave en mi cambio, me dio mucha seguridad y me abasteció de recursos.
Y han pasado los meses y continúo con mi decisión, cada vez más contenta, cada vez más saludable.
He comprobado que no necesito contribuir a esa industria alimenticia que tanto sufrimiento provoca a algunas especies para comer y que no necesito quitar vidas para vivir, cosa que me hace sentir mucho más en paz y en sintonía con el mundo.
Deportistas y veganos
Dudaba de si una dieta basada en vegetales sería suficiente para mi chico y para mi, que ambos hacemos bastante deporte, sobre todo él, pero me he demostrado a mi misma que es más que suficiente, es ideal.
Existen miles de personas dedicadas al deporte que no comen nada de procedencia animal como el hombre más fuerte del mundo o el creador del canal de Youtube Fitness Vegano.
Después de leerme hasta aquí quizás te preguntes por qué evito la palabra “vegano” cuando me expreso y es que, en el tiempo que llevo con este tipo de alimentación me he encontrado con muchísimas personas radicales.
Que llevan el odio por bandera y culpan, intentan hacer sentir mal a personas con diferentes alimentación a la suya y van buscando el conflicto allá por donde van.
Y si, soy lo que se considera vegana por mi ideología y mi dieta, pero considero que el respeto es la base de todo y que cada uno es respondable de sus acciones.
Y hasta aquí este laaaargo artículo, espero que te haya entretenido y si tienes alguna duda o quieres contarme tu punto de vista al respecto (de forma educada siempre claro) estaré encantada de leerte por los comentarios.
¡Hasta pronto! Un abrazote enorme 🙂
NEREA ALARCON CABEZAS dice
Me ha gustado mucho tu post, nada es imposible, al final todos tenemos un camino.
Sólo comentar que aunque haya veganos radicales, los hay (habernos) otros que no lo somos y por ello no dejamos de usar la palabra vegano… De hecho, yo la digo con mucho orgullo. Yo no voy por ahí diciendo a la gente que come cadáveres… Intento ser tolerante y respetuosa, hasta cierto punto, porque también veo que hay mucha veganofobia, y todo es por falta de información.
Un saludo
Lorena Molinero Martín dice
Claro… Es que es un tema complicado de tratar con los que tienen una “dieta común y de toda la vida” y a veces se puede tender a ser radical de forma muy fácil, tanto los de un lado como los del otro. En definitiva es algo personal que a los que nos llega, debemos de procurar entender a los que aún no les ha llegado (o no les llegará nunca vaya), nosotros también estuvimos en esa fase (o no). Muchas gracias por pasarte y dejarme tu punto de vista, un abrazote enorme.
Nicol montero dice
Acabo de leer tu experiencia y me parece genial creo que me identifico en los inicios de tu alimentacion pero me encantaria dejar de mi dieta animal espero me des consejos y tips y si es posible orientarme en este gran paso que quiero dar espero tu respuesta y que esten de lo mejor tu y tu familia un abrazo grande y te leo
Pd: si es posible me das algun blog o alguna pagina
Saludos cordiales
Nicol montero
Lorena Molinero Martín dice
¡Hola Nicol! Enhorabuena por tu decisión, si es tomada desde el corazón, adelante, ya verás que es un bonito camino a recorrer y que poco a poco te sentirás mejor contigo misma y con el mundo. Pues mis consejos son: 1: Que aprendas todo lo que puedas sobre alimentación saludable y nutrición para así conocer los alimentos y sus propiedades. 2: Que si tienes oportunidad, busques a algún profesional que te acompañe en este cambio y te oriente sobre tu nuevo estilo de vida. Y 3: Que no intentes convencer a nadie de tus convicciones, que no te hieran los comentarios de los demás y evites entrar en discusiones absurdas porque no sirven para nada.
Te recomiendo por ejemplo, el canal de Youtube de Fitness Vegano (porque entiende de biología y alimentación y tiene vídeos sobre la B12, mitos y demás muy buenos y con bases científicas respaldando lo que cuenta) y el blog de Bueno y Vegano, porque es súper completo y no sólo habla de alimentación vegana, sino también del estilo de vida respetuoso con los animales 🙂
¡Muchísimas gracias por pasarte a leer y dejarme tu comentario! Me ha hecho muchísima ilusión leerte.